viernes, 9 de julio de 2010

Encuentro en Madrid con la Innombrable

Me sorprendió que mi amigo Silvio me citara en aquel lugar. En especial, porque nos habíamos visto el día anterior, y otras dos veces más desde mi reciente llegada a Madrid, apenas seis días atrás. Sin embargo, no sospeché lo que se avecinaba, y me personé en el Café del Temple a la hora convenida.
El local, era uno de esos espacios grandes y pretenciosos, que conjugaba una gloria pasada a base de artesonado policromado, tarima de oscura madera noble y una barra decimonónica en la que predominaba el azulejo, con un modernismo traducido en colores vivos, afiches acrílicos en las paredes y una luz tan excesiva, que le daba a uno la impresión de estar en un laboratorio. Pero yo no estaba allí para disfrutar del entorno, sino para charlar con un amigo. Un amigo que venía con retraso, así que pedí un whisky en cuanto la camarera se acercó hasta mi mesa. Tomé un sorbo, luego otro, y volví a consultar inquieto mi reloj. Pasaban ya diez minutos y la paciencia no fue nunca uno de mis valores, así que me obligué a serenarme entreteniéndome en borrar mensajes y llamadas de mi celular. Cuando terminé, apenas dos minutos más tarde, me encontré con la visión de mi ex pareja, ésa a la que no me gusta llamar como la bautizaron sino como la Innombrable, sorteando sillas y dirigiéndose hacia mí. Me acordé entonces de Silvio y de su árbol genealógico entero, comenzando por su santa madre y terminando por su bisabuelo el cafiolo, mientras ponía mi mejor cara de póker cuando voy de farol. Al momento la tuve parada a mi vera, poniéndome una mano sobre el brazo y plantándome un beso en la mejilla, muy cerca de la comisura de los labios. No se lo devolví, pero sonrío de todas formas.

- Te veo muy bien – fue lo primero que me dijo nada más tomar asiento
- Será porque estoy cerca – contesté irónicamente, reparando en las patas de gallo alrededor de sus ojos y ciertas marcas de expresión que marcaban sus carrillos y fruncían el contorno de su boca
- Tienes que perdonar a Silvio. Fui yo quien lo obligué a que hiciera de intermediario. Te conozco muy bien para saber que, de otra forma, éste encuentro no se habría dado – se excusó

Yo ni siquiera la miraba, y me maldecía por no haber tenido el valor de salir corriendo nada más verla. Sabía que no debería estar ahí y que no me aportaría ningún bien jugar una partida de un juego que no me seducía. Por el contrario, ella parecía tener ganas de hablar, y buscaba atrapar mis ojos en su mirada a cada gesto o palabra que pronunciaba.
- ¿Qué piensas de que estemos aquí? – preguntó decidida
- Nada, no pienso nada
- Está bien, te lo voy a preguntar de otra forma ¿Te duele esta situación?

No me dolía, pero me molestaba su tono sobrado, y aquella puesta en escena de un guión sin duda meditado y ensayado anteriormente. Por eso contenía mis ganas de espetarle un “andate a la reputa que te parió” y largarme sin volver la vista atrás. Tenía que luchar contra mi paciencia y no dar la impresión de guardar rabia o reproche por lo sucedido entre nosotros. Habían transcurrido más de cuatro años desde nuestra separación, y hacía mucho tiempo que ya no pensaba en ella.

- No, no me duele, pero no le encuentro el sentido – respondí francamente, con un deje de indiferencia
La camarera nos interrumpió y yo aproveché para pedir otro whisky. La Innombrable, un Ginger-ale. Luego, retomamos el diálogo.

- Te voy a ser sincera. Me fui porque contigo no veía futuro. Juntos nos estábamos estancando, y necesitábamos sacar fuera de nosotros lo mejor que atesorábamos dentro. Acuérdate que tú casi ni escribías por esa época y yo, tenía que embarcarme en un proyecto que nunca hubiera abordado estando a tu lado.
- Mirá, flaca, la verdad es que no sé porqué me contás todo esto. Ni te pedí explicaciones entonces, ni lo voy a hacer ahora. También te recuerdo, que me comunicaste nuestra ruptura por fax, así que no entiendo qué carajo andás buscando

Durante unos segundos no dijo nada, y se me quedó mirando, calibrándome y encajando el golpe recibido. Pero, de inmediato, volvió a la carga:

- Fuimos felices, y tú lo sabes. Lo malo es que la realidad nos pasó por encima y no supimos hacerle frente. No estábamos preparados…ahora, en cambio, tenemos experiencia y sabemos lo que queremos, y a quien no queremos. Es hora que dejemos de buscar en otras personas lo que una vez encontramos y perdimos… Yo te quiero, y sé que fue un error dejarte, por mucho que me quisiera engañar a mí misma y tuviera una hija con otro hombre...y creo que tú también me quieres. De hecho, no has tenido estabilidad desde que estabas conmigo…

Tuve ganas de replicar pero pensé que no valía la pena, así que me mordí la lengua, y di la callada por respuesta.

- Ya no somos unos niños Guido…yo ya monté el gabinete que pretendía, y me va muy bien y vos por fin publicaste tus libros…Además, mi padre está buscando a alguien que se ocupe de parte de sus negocios, ¿y quién mejor que tú?, que no sólo eres listo sino también honrado

Ahí ya no pude aguantarme más y salté, esforzándome en no alzar la voz

- ¡Mirá vos, ahora resulta que el judío no era tan malo como pensabáis¡. Decime; ¿me estás cargando, o dejaste la medicación? ¿O acaso tenéis tan poca vergüenza en tu familia que queréis comprarme?
- Démonos otra oportunidad, Guido – susurró tomándome una de mi mano entre las suyas y cambiando de tonalidad – sin rencores, dejándonos llevar únicamente por lo que sentimos. Tengamos ése hijo que quisimos tener entonces, trabajemos juntos, vivamos de verdad y seamos felices. Nadie se lo merece más que nosotros...
- ¿Querés que te diga lo que pienso?
Asintió con la cabeza y me apretó más fuerte la mano
- Pues mirá, lo único que te voy a decir, es que si sé que ibas a pagar vos, hubiera pedido un whisky más caro. Y ahora, guapa, si me disculpás te dejo porque, ni doy segundas oportunidades, ni me dejo comprar, aún cuando la oferta venga de alguien a quien quise tanto como a vos – sentencié soltándome y poniéndome en pie.
- Pero…- balbuceó, desconcertada

No la dejé seguir. La corté con un gesto y enfilé la salida, sin despedirme siquiera y con unas ganas imperiosas de alcanzar la calle y fumarme un cigarrillo...otra de esas cosas que también tenía olvidadas.

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