viernes, 3 de septiembre de 2010

Brevedades pretéritas; última entrega

* HIPÓCRITAS

Tras mi separación, fui insensiblemente apartándome de algunas personas (de poca valía, dada la condición mercenaria de su supuesta amistad). La decisión aplicada fue buena para mi alma, porque la depuración de esos seres indeseables, e irredimiblemente mediocres, supuso eliminar a molestos testigos de un pasado que yo quería borrar a toda costa. Ocasionalmente, alguno de ellos me telefonea para pedirme algo. Invariablemente, los mando a paseo.


* VACÍO

Estaba convencido de que si dentro de los límites determinados en los que se movía, ningún cambio de verdad se mostraba viable, entonces, debería traspasar dichos límites. Sólo, que no sabía cómo hacerlo. Tal vez lo que le hiciera falta fuera un éxito, una rotunda victoria que sirviera como locomotora de arrastre. Mientras esta llegaba, no sabía cómo, ni cuándo, ni de qué manera, no le quedaba más, a falta de valor para encarar un radical viraje en el rumbo de su existencia, que sobrellevar, como mejor pudiera, su dolorosa protesta contra todo. Y así pasaba los años, entregándose a piruetas metafísicas, y centrifugando ideas de difícil aplicación hasta morir, sin objeto, un día cualquiera dictado por la casualidad.


* ESPERANTE

El no se había tomado un año sabático, sino toda una vida. Insensible a cualquier dolor que no fuera físico, vivía adormecido en una larga caída, aferrándose a una pragmática propensión al olvido, mientras aguardaba la llegada de esa crisis terminal que pusiera término a su existencia plagada de carencias. Sin embargo, una leve esperanza latía involuntariamente en lo más recóndito de sí mismo, ésa que le hacía esconder, de cara a todos, un preciado tesoro llamado “expectativa”.


* DIVERGENCIA MARITAL

Anselmo Carrascosa pertenecía a esa categoría de personas que al casarse, empeoran. De tres años a esta parte, había perdido cabello, aumentado varias tallas, y sus movimientos se tornaban cada vez más lentos y torpes. Era como si sus antaño nuevos horizontes vitales hubieran sido relegados al olvido en el momento que dijo: “sí, quiero”. Por el contrario, su esposa estaba cada día más hermosa y resplandeciente, lo que acentuaba la brecha que se había abierto entre ambos.

Hechos ulteriores acelerarían aún más este avance en direcciones contrarias. Así, mientras él sucumbía a una terrible enfermedad, cuya sola mención resulta tabú, ella, rejuvenecida, gozaba del joven cuerpo de un muchacho que podría ser su hijo.

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