viernes, 12 de febrero de 2010

Última vez

Había pasado mucho tiempo desde la última vez que la había visto y me alegró, cuando volvimos a encontrarnos, comprobar que en ése intervalo no parecía haberse producido ninguna mejora en su aspecto, sino más bien lo contrario. Sus ojos se habían vuelto opacos y perdido inquietud, su boca parecía demasiado grande para su cara y encajada en un inmovilismo que hacía pensar en los efectos secundarios de una fallida cirugía estética, el pelo evidenciaba falta de aseo y una red de arrugas de escasa profundidad se extendía por los contornos de sus acentuadas facciones como si presagiaran un futuro agrietamiento. En conjunto, transmitía una sensación de abandono, vicios y mala vida, acentuada aún más por su extrema delgadez y descuido en el vestir. A pesar de todo, tenerla delante, me provocó cierta morbosa atracción sexual, insana y decadente, que quizás tuviera más que ver con mis recuerdos pretéritos que con cualquier otra cosa.

- ¿Cómo estás? – me preguntó al acercarse a mi mesa de El Ombú donde yo intentaba escribir algo
- bien, bien - ¿querés sentarte?
- claro
Llamé al mozo y pedí otra cerveza para mí y un escocés para ella.
- te vi desde la calle y decidí entrar a saludarte…no todos los días se encuentra una con un escritor famoso….y mucho menos con uno que fue mi…
- ¿pareja?
- sí, eso…pareja
En ese momento reapareció el mozo con las bebidas, interrumpiendo la conversación y derivándola hacia unos derroteros que escapaban de nuestro pasado en común. Me contó que era actriz, que andaba de novia, y que tenía una serie de proyectos para televisión y cine pero prefería no revelarme nada para evitar que se le gafaran. No me creía nada, por supuesto, pero le seguí la corriente intentando imaginar en qué andaría metida y porqué carajo había tenido que ingresar, hacía ya una década, en aquella secta que acabó con nuestra relación y marcó tan perniciosamente su vida. Durante la sarta de mentiras que fue soltando, se tomó otros dos whiskys y no cesó de mirar la puerta con ansiedad, como si estuviera esperando a alguien.

- esto… ¿me podrías dejar algo de plata? – se decidió por fin - Es que el cajero se quedó mi tarjeta y como hasta mañana no abren los bancos…

Sabía que era una milonga pero no quise hacerle más difícil el trámite así que, eché mano a mi bolsillo y le di un par de billetes grandes:

- tomá, el resto me lo quedo para pagar las consumiciones
- mil gracias, dame tu teléfono y te llamo para devolvértela enseguida

Se lo di, con las últimas cifras cambiadas y la vi desaparecer hacia la calle, donde le esperaba un tipo semienano, vestido de negro y con un peinado que le asemejaba a un híbrido entre Pitingo y el Pájaro loco.

Dos semanas más tarde, repasando las necrológicas del Clarín, me topé con la de ella. Le faltaban apenas ocho días para cumplir los 39 y no figuraba la causa del fallecimiento. La familia, rogaba una oración por su alma.

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