miércoles, 23 de junio de 2010

Sobre el Zurdo Villalta

Berruti se unió al grupo, formado por don Jaime, Fernández el joven (para diferenciarlo de su padre) y un sesentón llamado Ortega. El domingo se estaba apagando, y el cuarteto ocupaba una mesa del fondo, tomando cerveza y escuchando las historias que narraba el viejo. A éste, le gustaba contarlas y, a los otros, escucharlas.

- ¿Así que usted no sabe quién fue el Zurdo Villalta? – preguntó don Jaime dirigiéndose al más joven - ¿qué les parece? – añadió mirando al resto con una sonrisa
- A mí me parece que el pendejo ni había nacido – terció Berruti, atento a la reacción de Ortega, que se limitó a mover la cabeza

El anciano se quedó callado unos instantes, llenó los vasos que estaban vacíos y prendió un cigarrillo antes de arrancarse, con lentitud, y entrecerrando los ojos para atraer mejor los recuerdos:

- El Zurdo Villalta... era un morochito originario de una villa cercana a Ciudadela. Uno de tantos chicos pobres sin más futuro que sobrevivir día a día en medio de un entorno sumamente hostil, donde la pobreza era un mal menor comparado con otros como la violencia perpetua o el abandono. En su caso particular, tuvo que aguantar a un padre maltratador que los fajaba a todos, no sólo a la madre y que una mañana desapareció para no regresar nunca. Casi fue una bendición, sino llega a ser porque a partir de ahí el Zurdito tuvo que madurar de golpe y hacerse cargo de su vieja alcohólica y tres hermanos más pequeños. Imagínese, con once o doce años, y semejante panorama existencial, lo que no hubo de hacer para sacar adelante a los suyos: robó, traficó con drogas, se prostituyó y quién sabe qué más…Afortunadamente, el pibe era un mago con la pelota en los pies y una santa tarde, el destino le hizo un guiño inesperado que cambiaría su vida; quiso que el ayudante del director técnico de Vélez, pinchara una rueda justo delante del potrero donde el zurdito estaba jugando un partido con los amigos. El flaco se quedó tan impresionado al verle, y mirá que la situación era más propicia para cambiar la rueda rápido y salir rajando de ahí que cualquier otra cosa, que al rato se acercó a hablar con él. Los términos de la charla, sólo los supieron ellos pero a la semana, Villalta ya entrenaba con las divisiones inferiores de Vélez. A partir de entonces, empezó a subir como un tiro, y con apenas diecisiete años, debutó en primera, marcando un gol a Huracán, en cancha de éste último. Después de esto, vinieron los buenos contratos, la guita y, finalmente, terminó recalando en uno de los grandes: en River, de donde apenas llegado, lo convocaron para jugar con la selección nacional. Como el sueño americano, pero en el culo del mundo ¿vió?. Y no era para menos porque yo, que lo vi jugar, le puedo asegurar que Villalta era un virtuoso con la pelota, y eso que el físico no lo acompañaba mucho. Más bien nada; petisito, chueco, pero rápido como el correcaminos…
- ¡Y cómo gambeteaba el guacho¡ - intervino Ortega – el tipo hacía siempre la gambeta por el mismo lado, pero aún así, no había forma de pararlo. Le tenías que dar con un caño…Para mí, fue uno de los mejores extremo izquierdo que tuvimos nunca
- ¿Se acuerdan de aquel gol que le metió a los brasileros del Santos tirando de chanfle casi desde el córner? – preguntó entusiasmado Berruti
- Y, claro, cómo te vas a olvidar de algo así… ¡Esos goles se ven sólo una vez en la vida¡ - respondió don Jaime - ¿Y qué me cuentan del que le metió a los yoruguas en una Copa América agarrándola casi de media cancha y sacándose de encima a cuanto oriental le salió al paso hasta tirársela por arriba al arquero?
- ¡ Fue espectacular aquél golazo ¡. Para que luego salte el boludo de turno y te diga que antes los goles eran en blanco y negro. ¡ En blanco y negro las pelotas ¡ ya me gustaría ver a estos tilingos de hoy, que juegan engominados, o no se qué carajo se ponen en el pelo que siempre les brilla, metiéndola como Villalta y los de su quinta…- dijo Ortega
- Tenías que haberlo visto, pibe - retomó la palabra el viejo – ¡ qué fenómeno ¡ hubiera pasado a la historia por la puerta grande, si lo hubieran respetado las lesiones…pero, la suerte se le volvió en contra, y con 26 años se tuvo que retirar por problemas de rodilla. Tenía una dolencia crónica que, a cada paso lo estaba apartando de la cancha, hasta que no tuvo más remedio que dejar el fútbol. Desde ahí, le fue todo como el tujes, y terminó en la ruina más absoluta. Para empezar, antes no pagaban las barbaridades que ahora ¿vió? y también se gastó un montón de plata en abogados, porque sus hermanos entraban y salían de la cárcel a cada paso. Súmele a esto los constantes asados que hacía para los villeros más lo que se gastó en vicios, y es fácil de entender porqué terminó en la miseria en pocos años.
- Y…cuando no hay cabeza, no hay nada que hacer – apuntilló Berruti – ya se sabe cómo son estos negros
- Sí, pero nadie se imaginaba que iba a tener tan trágico final…- adelantó Ortega
- ¿Qué pasó? ¿cómo terminó? – preguntó ansioso Fernández el joven
- Terminó muy mal, peor de lo que cualquier hubiera pensado. Resulta que, como venía contando, el morocho se arruinó, y volvió a caer en la prostitución; al principio como puto medio de lujo, aprovechando el tirón de la fama que aún mantenía, pero de a poco, se fue hundiendo en la sordidez, para acabar alquilándose en los parques, autos o cualquier miserable estación de microbuses. Dicen que se drogaba mucho, y puede que tengan razón. Yo lo me crucé un día por Santa Fé, y daba lástima verlo; llevaba unos shorts cortos de color amarillo canario, una musculosa rosa y el pelo largo, desprolijo, teñido de negro azabache. Tenía los labios mal pintados, y al darse la vuelta, me fijé que en la coronilla tenía una pelada tipo fraile que a duras penas conseguía disimular…Estaba muy avejentadado, y aparentaba como cincuenta años, aunque no tuviera más que treinta y monedas
- ¿Y, don? ¿entonces qué pasó?¡ Cuénte, cuénte ¡ - urgió nuevamente el muchacho
- Dígame, joven ¿usted para todo es tan impaciente? Míre que el apuro, para algunas cosas no es nada bueno…
- Vamos, don Jaime, no se me vaya por las ramas…
- Está bien, está bien, no se me caliente que ya acabo. Como le decía, Villalta terminó de puto barato. y un día lo encontraron muerto en el bosque de Palermo, con los pantalones bajados y el cuerpo destrozado a golpes; le habían dado una paliza y violado con una raqueta, según dictaminó el forense y confirmó la posterior investigación policial. Los asesinos, resultaron ser tres hinchas de River, que después de un partido, se pusieron en pedo con vino barato y decidieron divertirse sacudiendo a un travelo. Se ve que no lo reconocieron, o que se les fue la mano, o quizás se ensañaron con él porque les dio bronca que una figura como había sido Villalta cayera tan bajo. Nunca lo dijeron, y la cana tampoco se tomó muchas molestias en averiguarlo. Mandaban los milicos, y esas cosas se tapaban, no fuera que en el extranjero se pensaran que los argentinos éramos una manga de degenerados…
- ¡Qué hijos de puta¡ ¡qué hijos de la gran puta¡ - exclamó con bronca Fernández
- Bueno, y ahora que ya se le pasaron las prisas, se va a acercar al mostrador a pedir una cerveza grande y unas empanaditas, que de pronto, el apuro nos entró a nosotros, los viejos

Fernández el joven obedeció y enfiló camino mientras resto del grupo lo contemplaba divertido, haciendo bromas a su costa y fumando hasta que volvió con el pedido; el último de aquel domingo tan anodino.

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