miércoles, 21 de abril de 2010

Si te llaman tarde, dejá que suene

Era poco más de la una de la madrugada cuando sonó el teléfono. No es que la hora importara demasiado porque, quien me conoce, sabe que yo paso gran parte de la noche en vigilia, escribiendo mis habituales artículos para el periódico, y luchando por sacar adelante mi anunciada y siempre demorada novela. Sin embargo, en aquella ocasión, no pude evitar cierta inquietud ante lo tardío de la llamada. Temía malas noticias, como así fue.

- ¿Hoola? – pregunté, sensiblemente aprensivo
- Habla Gustavo
- ¿Qué pasa, Gustavo?
- No pasa nada…bueno, sí….
- Dale, Contá – le animé
- ¿Vos sabés que somos amigos, no?....y que nos conocemos desde pibes y ….
- Dale, Gustavo - lo apuré
- ¿Andan bien las cosas entre vos y Graciela?
- Sí … ¿por?
- Mirá, yo soy amigo tuyo y me parece que debo contártelo, porque si no lo hago me voy a sentir como un traidor
- ¡Dale! – grité - decíme de una vez, que me tenés intrigado
- Bueno, pasa que esta noche salí a cenar con mis primos, a ése restaurante que está por Ángel Gallardo….ése que tanto os gusta a vos y a Fortunato…
- ¿El Tero?
- Sí, ése. Resulta que fuimos ahí y …vi a Graciela cenando con otro tipo
- ¿Qué? – di un respingo en la silla donde estaba sentado
- Eso, que Graciela estaba cenando con otro tipo, un flaco alto, con pinta de bailarín y el pelo largo….
- ¿Ella te vió?
- No, ellos estaban en un rincón a la derecha de la entrada y nosotros ocupamos una mesa por el fondo
- ¿Y qué impresión te dieron? – inquirí
- No sé….ya te dije que apenas la vi al pasar y después, desde dónde estaba, apenas la podía ver….me tapaban otras mesas…

Mi ánimo había decaído de golpe, y un sólido e incómodo silencio se estableció en la conversación. Molesto por la situación originada, Gustavo intentó arreglarlo:

- A lo mejor es un primo suyo de Entre Ríos … tenía un poco pinta de puto el tipo…
- Andá, ¡hacéte el gil ahora!
- No sé, che…
- ¿A vos qué te pareció?
- Ya te dije que casi ni los ví…
- Bueno, gracias Gustavo…te agradezco mucho…sos un amigo
- Acostáte, y dormí….
- No creo que pueda

Colgué, ansioso por quedarme a solas con mis pensamientos y notando cómo un oscuro malestar crecía en mí y me provocaba una sofocante inquietud. En un intento de tranquilizarme, salí al balcón, encendí un cigarrillo y me puse a mirar la calle. Por mi mente comenzaron entonces a pasar ideas demasiado rígidas y extremas para tomarlas en caliente, así que al tercer faso me metí para adentro. Pero no conseguía dormir, y me pasé toda la noche dando vueltas por la casa como si fuera un león enjaulado. No lograba quitarme de la cabeza imágenes de Graciela cogiendo con ese tipo, quien quiera que fuese y me ponía enfermo. ¿Pero qué podía hacer? Descartada la posibilidad de cometer una locura, mi único consuelo era esperar a que despuntara el día y llamarla por teléfono. No para que me explicara nada, que había poco que explicar, sino para desahogarme del único modo que podía; puteándola de arriba abajo. Tal vez fuera patético, pero mucho peor era quedarse sin hacer nada, rumiando rencores y prorrogando una comedia que me daba el papel más ingrato. Así que, sacando paciencia de no se dónde, preparé café y regresé al balcón para seguir fumando. Todavía faltaban un rato para que amaneciera y, mi aliento, ya a nadie iba a importarle.

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