jueves, 6 de mayo de 2010

¡ Se escucha cada cosa !

Entré en aquel barcito esquinero con el ánimo de descansar. Llevaba toda la mañana caminando y tenía, no sólo los pies llenos de ampollas, sino también agujetas a lo largo de nalgas, muslos y gemelos, por lo que necesitaba tomar asiento, beber algo y recuperarme, aún cuando ya tuviera decidido el retorno a casa en el subte o en taxi. El boliche era pequeño, oscuro, lleno de humo y estaba ocupado por un puñado de hombres y mujeres repartidos en unas pocas mesas de formica con las puntas salteadas y sillas desaparejadas. Uno de esos lugares donde uno no llevaría a su novia en la primera cita ni tampoco a los viejos a tomar el vermú. Pero yo estaba roto y no quería seguir andando a ver si encontraba otra cosa mejor. Así que entré, y me senté a una mesa, indiferente a las miradas de desconfianza y hostilidad (o eso me pareció a mí) que me lanzaban el resto de parroquianos. Pedí una cerveza y mientras me la traían pude recrearme en los rancios olores a tabaco y vino barato, en la paupérrima decoración y en el elenco humano que me circundaba. Por un momento, pensé que estaba en medio de la cafetería de un psiquiátrico de provincias y que pronto saltarían sobre mí con la intención de devorarme.

Afortunadamente, aquellas aprensiones mías nada más duraron hasta que pegué el primer trago a mi bebida y sentí como una sensación de bienestar se extendía por todo mi cuerpo. Además, el gordinflón del mozo había tenido la feliz idea de obsequiarme con unos maníes salados que le agradecí desde lo más hondo de mi maltrecha naturaleza. Me empecé a sentir tan bien me empecé a sentir (¡ D-os mío, cómo necesitaba descansar ¡) que enseguida me puse a mirar a las demás mesas de otro modo, con interés y no indiferencia o recelo. Como sería la cosa que, esforzando el oído, terminé enterándome de todo lo que decían los dos tipos de la mesa inmediata a la mía:

- Como te cuento, negro…yo estaba medio dormido con la radio puesta, oyendo uno de esos programas pelotudos donde la gente llama para contar sus problemas y que pasan después de los partidos, viste, y mirá lo que son las putas casualidades que, de pronto, escucho la inconfundible voz de Mariana. Le estaba diciendo al locutor que todavía me quería, y que ….
- ¿Pero estás seguro que se refería a vos? Mirá que ustedes hace casi dos años que ya no están juntos
- Sí, sí, era yo, pero tenés razón al preguntarme eso porque, por entonces, no sabía si lo decía por mí o por otro tipo y sólo lo deduje cuando la mina siguió hablando. Va la boluda y dice : “es que lo dejé porque me sentía culpable…en una fiesta de la empresa en la que trabajo, mezclamos pastillas con la bebida y terminé acostándome con un compañero en su departamento…” y medio llorando siguió contando “me sentí una porquería y pensé que él no se merecía lo que le hice…me daba mucha vergüenza mirarlo a la cara, así que por eso le dije que ya no lo quería…para que se buscara a otra mujer mejor que yo”…“pero no puedo olvidarlo, siento que es el hombre de mi vida al que perdí por boluda, por un estúpido error…y estoy desesperada porque sin estar a su lado todo carece de sentido”. Además, no sólo aportó algunos detalles que dejaban poco lugar para la duda sino que, en un momento dado, hasta se le escapó mi nombre
- ¡Qué bizarro, che ¡ yo pensaba que estas cosas sólo pasaban en el cine o en las novelas
- Como te lo cuento, negro. ¿Y viste que después llama la gente para dar sus consejos, no? Bueno, pues yo me quedé escuchando un rato, porque imagináte, esto era algo que despertaba mi curiosidad… Lástima que sólo una oyente se refirió a nuestro caso y para aportar una de las consabidas estupideces que se dicen en estos casos: “yo le aconsejaría que si le quiere, que luche por él….que escuche a su corazón”. ¡ Llama una sola y encima resulta ser una mongólica ¡
- Jajaja ¿Y no pensaste en llamar vos?
- No, la verdad es que no, así que apagué la radio e intenté dormir. Sin éxito, claro. Me pasé toda la noche pensando en ella, intentando comprender el porqué de su extraño comportamiento de antaño y especulando qué haría si me la volviera a encontrar.
- ¿Y qué pasó?
- Pues nada, que la llamé al día siguiente, pero sin decirle que la había escuchado por la radio. Le pregunté que cómo andaba, y al final fue ella la que se lanzó y me propuso quedar para tomar un café. Charlamos, me pidió perdón en medio de un mar de lágrimas y después de cenar terminé cogiéndomela en el auto…
- Jajaja ¿Y ahora, qué vas a hacer, flaco?
- Llamar a la radio para contarlo, ¿ o te pensás que la voy a perdonar, a la muy turra ?¡!!

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