Como cada mañana había salido a caminar y, de regreso, me detuve en un parque cercano a casa. Acababa de comprar el diario y me apetecía sentarme a leerlo, disfrutando del tibio sol primaveral, el trino de los pajaritos y las furtivas miradas a muchachas en pantalón corto que hacían footing. Así que elegí un banco cualquier y, siguiendo con la costumbre, comencé la lectura por atrás, a lo hebreo. Tras echar un vistazo a la Programación, Espectáculos, Cultura, Necrológicas y pasando por alto Economía, iba a abordar los Deportes cuando una voz cercana me interrumpió:
- ¡Mimí, no molestes al señor!
Alcé los ojos y me encontré con una cincuentona avanzada que reprendía a un bulto peludo, y marrón oscuro, sobre el que destacaba un trozo de tela en color fucsia.
- ¿Le ha molestado? – se interesó la señora dirigiéndose a mí
- No, no pasa nada
- Se ve que a usted le gustan los perros…
Asentí tímidamente sonriente, pensando dónde estaría el perro porque allí, lo único yo veía, era una rata de pelo largo con un ridículo lazo en la cabeza olisqueando mis zapatos
- Mimí tiene pedigrí ¿sabe usted? - me informó orgullosa
- Ah – respondí por educación
- Su madre fue campeona de España.....Es una perrita ¿sabe? Y le puse Mimí en recuerdo de mi madre, que falleció hace ya cinco años
- Ah – volví a repetir, reprimiendo las ganas de decirle que me importaba un bledo la perrita, su pedigrí y la madre que la parió
Intenté retomar la lectura pero fue imposible, porque enseguida volvió a la carga
- Tengo que tener mucho cuidado y vigilarla. Aquí vienen muchos perros mestizos, y no quisiera encontrarme con un embarazo indeseable ¿sabe?-“Pues como no la embarace el ratón Mickey” pensé – Así que no le quito ojo y muchas veces, tengo que traerla con correa…
- Qué interesante - exclamé sin entusiasmo
Contrariamente a mi intención, de se esfumara y dejara leer en paz, la jovata tomó asiento al lado mío y comenzó a aleccionarme sobre temas perrunos; desde los pormenores de los concursos de belleza, hasta las enfermedades específicas de cada, pasando por los precios de los diferentes tipos de pienso o las nuevas colecciones de ropa. Yo la escuchaba sin prestar atención, por mera cortesía, y más ocupado en inventarme una excusa para largarme que en cualquier otra cosa. Por suerte, cuando más agobiado me sentía, el azar vino a mi rescate en forma de inesperada llamada a teléfono móvil. Atendí presuroso y ansioso como un naufrago ante un salvavidas, mientras ella se apartaba un par de metros y me concedía una mayor intimidad. Nada más terminar (era mi madre pero daba igual quien fuera, porque ya me sabía salvado) la pesada volvió a acercarse, sonriente y con la memoria sin duda refrescada con nuevas anécdotas de Mimí para compartir. A esas alturas, yo ya había aguantado más de lo soportable, y no iba a cometer un nuevo error desaprovechando la oportunidad presentada por lo que, poniéndome en pie, le solté sin mayores miramientos:
- Discúlpeme, señora, pero me tengo que ir urgentemente. Trabajo en una perrera ¿sabe? (le tomé la interrogación prestada) y acabamos de recibir una remesa de perros con pedigrí a los que tenemos que sacrificar sin demora..
La reacción fue inmediata, y no hizo falta ahondar en más detalles. Sus ojos se abrieron desmesuradamente y en la cara se le dibujó una torcida mueca de espanto. Alarmada, agarró presurosa a Mimí en brazos y salió disparada. Me quedé mirándola, satisfecho de mi ocurrencia y sorprendido de que, a esa edad, se pudiera correr tan rápido.
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