"Es peligroso inventar cuentos. Si resultan buenos terminan por hacerse realidad, después de un tiempo se trasmiten, y entonces ya no importa si fueron inventados, porque siempre habrá alguien que después los haya vivido". Edgardo Cozarinsky
miércoles, 14 de noviembre de 2012
martes, 10 de abril de 2012
Incongruencias
Sé que nada vuelve atrás, que la vida siempre es diferente pero, a pesar de todo, no dejo de añorar el pasado. Cuanto más pasa el tiempo, más culpable me siento; lleno de remordimientos y mala conciencia por mi comportamiento hacia ella. Sé también, que
para los demás, yo soy un hombre libre que no necesita a una mujer porque únicamente me conformo con varias, alguien que huye de las responsabilidades, las cargas, reniega de los lazos sentimentales duraderos y tiene alergia a las rutinas en que los demás se perpetúan. Sin embargo, aunque lo niegue en público, en mi interior no me resigno a la pérdida de Silvia, aunque ni yo mismo sepa porqué la dejé. Lo único que se me ocurre para justificarme es, un cóctel de débiles causas y unas poco convincentes justificaciones, que van desde dejarme llevar por mi personalidad egoísta y mimada por la vida, hasta la divergencia entre sus sueños y mis dudas, pasando por cierto afán autodestructor que anida en mi subconsciente.
Recuerdo que pensaba que ella me perseguiría de un modo obsesivo, llamando por teléfono a diario, siguiéndome por la calle y acudiendo a los amigos comunes para que actuaran de intermediarios. ¡Qué iluso! Silvia no sólo no hizo nada de eso, sino nada en absoluto, y ahora tengo que bancarme, aparte de mis inseguridades y la culpa, el saber que mi paso por su vida no le dejó huellas profundas, y que su existencia no se fracturó tras nuestra ruptura. Quizás es por eso, por sentirme frustrado y herido en la vanidad, que son frecuentes las mañanas en que me levanto con el ánimo de agarrar el teléfono y llamarla. Pero nunca lo hago, siempre lo dejo para otro día, el siguiente, el que nunca llega. Mientras, sobrellevo mi neurosis como puedo, a base de alcohol, pastillas multicolores y mujeres jóvenes con tetas grandes y sin historia. Es lo más fácil, el modo menos lastimoso de esquivar lo que todos esperan que haga y yo no me atrevo: dejar de ser un estúpido para convertirme en un hombre decente.
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para los demás, yo soy un hombre libre que no necesita a una mujer porque únicamente me conformo con varias, alguien que huye de las responsabilidades, las cargas, reniega de los lazos sentimentales duraderos y tiene alergia a las rutinas en que los demás se perpetúan. Sin embargo, aunque lo niegue en público, en mi interior no me resigno a la pérdida de Silvia, aunque ni yo mismo sepa porqué la dejé. Lo único que se me ocurre para justificarme es, un cóctel de débiles causas y unas poco convincentes justificaciones, que van desde dejarme llevar por mi personalidad egoísta y mimada por la vida, hasta la divergencia entre sus sueños y mis dudas, pasando por cierto afán autodestructor que anida en mi subconsciente.
Recuerdo que pensaba que ella me perseguiría de un modo obsesivo, llamando por teléfono a diario, siguiéndome por la calle y acudiendo a los amigos comunes para que actuaran de intermediarios. ¡Qué iluso! Silvia no sólo no hizo nada de eso, sino nada en absoluto, y ahora tengo que bancarme, aparte de mis inseguridades y la culpa, el saber que mi paso por su vida no le dejó huellas profundas, y que su existencia no se fracturó tras nuestra ruptura. Quizás es por eso, por sentirme frustrado y herido en la vanidad, que son frecuentes las mañanas en que me levanto con el ánimo de agarrar el teléfono y llamarla. Pero nunca lo hago, siempre lo dejo para otro día, el siguiente, el que nunca llega. Mientras, sobrellevo mi neurosis como puedo, a base de alcohol, pastillas multicolores y mujeres jóvenes con tetas grandes y sin historia. Es lo más fácil, el modo menos lastimoso de esquivar lo que todos esperan que haga y yo no me atrevo: dejar de ser un estúpido para convertirme en un hombre decente.
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domingo, 8 de abril de 2012
Tres porteños charlando de publicidad en un restaurante libanés del centro de Madrid
Hace escasas semanas, me parece que un miércoles, sucumbí al antojo de tomar comida libanesa y me acerqué a un afamado restaurante pegado a la Pza. de Sta. Ana cuyos dueños son unos cristianos oriundos de Alepo. Mientras aguardaba mi pedido, saboreando una Carlsberg, tres argentinos irrumpieron en el local, ocupando la mesa contigua a la mía y despertando mi interés de inmediato. Si bien habitualmente me desentiendo de las conversaciones ajenas, ya sea por educación o por mera indiferencia, en ésa ocasión y sin duda por causa del origen común que nos unía, me esforcé en escuchar de qué hablaban. De inmediato deduje que eran porteños (el acento y la pose los hace inconfundibles) y con el transcurrir de la charla fui sacando en claro que uno trabajaba en Publicidad (llamémosle Martín), otro se dedicaba a la Informática (pongámosle Alejo) y el tercero (Gustavo) era un enigma. Lo que hablaron fue, más o menos, lo siguiente:
M: Mirá, lo que pasa con la publicidad, es que se ha desprestigiado mucho
G: Pues yo creo que fuera del medio, todavía mantiene cierta aureola de sofisticación, cosmopolitismo, ingenio, y que sigue seduciendo a mucha gente
M: Pero esa gente no entiende un carajo. En la publicidad no hay glamour y mucho menos lo que vos decís
A: Sí, la verdad es que hay mucho desubicado
G: A mí, lo que me llama la atención es cómo se desprecia a la imaginación y la inteligencia, cuando se supone que deberían ser piezas claves de sus mecanismos...
A: Pero no sólo en la publicidad, eso también pasa en el cine, la televisión o el sector editorial. Hay una indiferencia absoluta por lo excéntrico, lo fuera de lo común y lo sorprendente. Parece que no aspiran más que a perpetuarse siempre en las mismas fórmulas
M: Y, claro; es un negocio, flaco y cualquier otra consideración, para ellos es un error, aunque le pongan un falso envoltorio: los creativos no son creadores ¿cuál fue el último comercial bueno que viste? Lo peor es que se creen artistas. Para ser creativo sólo te hace falta conocer a alguien. Estos tipos no tienen más talento que el muestran por fuera, con sus peinados raros, sus camisetas de promoción o con frases ingeniosas y su andar desganado como si vivir les doliese
G: O sea, que yo mismo podría ser creativo
M: Y... si conocés a alguien, sí
A: Yo voy todas las semanas a la agencia a la que les llevo todo el asunto informático y te puedo decir que allá no hay ningún Einstein. Empezando por el jefe, pasando por el director creativo y llegando a los demás. La más piola, me parece que es la telefonista que, por cierto, está rebuena
G: Che ¿y cuánto gana un creativo?
M: Y no sé...dos mil y pico euros
C: No jodás, negro ¿no podés buscarme un hueco en alguna agencia?
M: ¿Y qué te pensás? ¿qué vos ibas a aguantar?. Si vos detestás la frivolidad y la apariencia. Además, vos sos demasiado culto ¿un tipo que lee a Borges en Publicidad? Me acuerdo que cuando yo iba a la facultad, nos enseñaban hasta Teología
A: No sabía que ganaban tanto esos pibes. Me dejás impresionado
M: ¡Y más! pero eso no es nada. Mirá, cuando trabajaba con Agulla y Baccetti, había cuatro directores creativos, y cada uno se llevaba 15000 dólares. Pero claro, aquello era otra historia; estabas reunido y de pronto aparecía Agulla y decía: ¿en qué andan?. Le explicabas y el tipo al rato te soltaba: “y por qué no lo enfocan así” y te tiraba una idea, que te rompía la cabeza. ¡Eran dos capos!
G: leí en un libro que cuando Dreyfus vino a España, un día fue a hablar con el jefazo de una agencia y le mencionó a Luis Puenzo para que rodara un anuncio. El otro le preguntó: ¿y ése quién es? “uno que ganó un Oscar”, le respondió el ruso, así que imagínate el nivel
A: Y además tuvo un lío con Jane Fonda ¿no?
G: Creo que sí, pero yo no estaba delante jajaja
M: ¿Sabés lo que pasa? que las agencias están dirigidas por mediocres, que vienen de otros campos y que para dárselas de algo, contratan a gente más mediocre que ellos así no le hacen sombra. Todo es negocio. Les importa un bledo la calidad de los trabajos.....
A: Sí, pero los clientes no exigen...?
M: A los clientes les da igual. Lo único que les interesa es que la campaña le salga barata
G: De cualquier forma, estamos hablando de Publicidad, no de arte. ¿Así que para qué hacerse mala sangre?
A: Tenés razón, dejémonos de joda y pasá el vino.
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M: Mirá, lo que pasa con la publicidad, es que se ha desprestigiado mucho
G: Pues yo creo que fuera del medio, todavía mantiene cierta aureola de sofisticación, cosmopolitismo, ingenio, y que sigue seduciendo a mucha gente
M: Pero esa gente no entiende un carajo. En la publicidad no hay glamour y mucho menos lo que vos decís
A: Sí, la verdad es que hay mucho desubicado
G: A mí, lo que me llama la atención es cómo se desprecia a la imaginación y la inteligencia, cuando se supone que deberían ser piezas claves de sus mecanismos...
A: Pero no sólo en la publicidad, eso también pasa en el cine, la televisión o el sector editorial. Hay una indiferencia absoluta por lo excéntrico, lo fuera de lo común y lo sorprendente. Parece que no aspiran más que a perpetuarse siempre en las mismas fórmulas
M: Y, claro; es un negocio, flaco y cualquier otra consideración, para ellos es un error, aunque le pongan un falso envoltorio: los creativos no son creadores ¿cuál fue el último comercial bueno que viste? Lo peor es que se creen artistas. Para ser creativo sólo te hace falta conocer a alguien. Estos tipos no tienen más talento que el muestran por fuera, con sus peinados raros, sus camisetas de promoción o con frases ingeniosas y su andar desganado como si vivir les doliese
G: O sea, que yo mismo podría ser creativo
M: Y... si conocés a alguien, sí
A: Yo voy todas las semanas a la agencia a la que les llevo todo el asunto informático y te puedo decir que allá no hay ningún Einstein. Empezando por el jefe, pasando por el director creativo y llegando a los demás. La más piola, me parece que es la telefonista que, por cierto, está rebuena
G: Che ¿y cuánto gana un creativo?
M: Y no sé...dos mil y pico euros
C: No jodás, negro ¿no podés buscarme un hueco en alguna agencia?
M: ¿Y qué te pensás? ¿qué vos ibas a aguantar?. Si vos detestás la frivolidad y la apariencia. Además, vos sos demasiado culto ¿un tipo que lee a Borges en Publicidad? Me acuerdo que cuando yo iba a la facultad, nos enseñaban hasta Teología
A: No sabía que ganaban tanto esos pibes. Me dejás impresionado
M: ¡Y más! pero eso no es nada. Mirá, cuando trabajaba con Agulla y Baccetti, había cuatro directores creativos, y cada uno se llevaba 15000 dólares. Pero claro, aquello era otra historia; estabas reunido y de pronto aparecía Agulla y decía: ¿en qué andan?. Le explicabas y el tipo al rato te soltaba: “y por qué no lo enfocan así” y te tiraba una idea, que te rompía la cabeza. ¡Eran dos capos!
G: leí en un libro que cuando Dreyfus vino a España, un día fue a hablar con el jefazo de una agencia y le mencionó a Luis Puenzo para que rodara un anuncio. El otro le preguntó: ¿y ése quién es? “uno que ganó un Oscar”, le respondió el ruso, así que imagínate el nivel
A: Y además tuvo un lío con Jane Fonda ¿no?
G: Creo que sí, pero yo no estaba delante jajaja
M: ¿Sabés lo que pasa? que las agencias están dirigidas por mediocres, que vienen de otros campos y que para dárselas de algo, contratan a gente más mediocre que ellos así no le hacen sombra. Todo es negocio. Les importa un bledo la calidad de los trabajos.....
A: Sí, pero los clientes no exigen...?
M: A los clientes les da igual. Lo único que les interesa es que la campaña le salga barata
G: De cualquier forma, estamos hablando de Publicidad, no de arte. ¿Así que para qué hacerse mala sangre?
A: Tenés razón, dejémonos de joda y pasá el vino.
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