lunes, 22 de marzo de 2010

Acerca de otro

- Sin querer entrar en espinosas controversias, déjeme que le cuente, ahora que se cumplen veinte años de su fallecimiento, quién fue el Guille “Martillo” Gondini. No voy a ser tan soberbio de decir que le conocí mucho, apenas un poco, pero sí supe de él más que algunos de los que alardean de haber sido sus amigos. Para empezar, le diré que ni siquiera nació en la fecha que señalan sus biógrafos, el 24 de agosto de 1941, sino el 24 de marzo de entre 1935 y 1939. Tampoco lo hizo en Bs.As., sino en Villa Clara, provincia de Entre Ríos, bajo el nombre de Moshé Batvinik, siendo hijo de Runia e Isaak, oriundos de un pequeño pueblo en las cercanías de Kiev. Gondini se lo puso después, cuando se vino a la capital
- ¿Me está diciendo que vivió casi toda su vida con documentos falsos? – preguntó asombrado el joven periodista
- ¿Y vos, flaco, te pensás que con esa nariz aguileña y siendo pelirrojo, era tano? Si tenía una pinta de ruso que mataba…Mirá, pibe, olvidáte de todo lo que leíste sobre él. Casi todo es falso, pura mentira inventada por él mismo y repetido por otros.

El viejo hizo una pausa larga, teatral, con una reflexiva mirada hacia el techo y un par de sorbos de grappa, antes de seguir hablando

Y no es cierto eso de que se metió a boxear por un desengaño amoroso… Se desmesuró el papel de Rosita Balmaseda, su primer amor. En realidad, lo que empujó al Guille a los cuadriláteros, fue el azar, como en casi todo lo que nos pasa en la vida. Una tarde, cuando tendría como catorce años, andaba por el Once con un amigo y de pronto se vieron rodeados por un grupito de ocho o nueve desgraciados de Tacuará, que andaban a la caza de judíos, exhibiendo su patrioterismo barato de bandera y escarapela hasta en el tujes, mientras los milicos miraban para otra parte y les dejaban hacer. Cobraron de lo lindo, y pudo ser peor de no haber acudido varios vecinos al rescate, pero varios fachistas se fueron calentitos tras probar el rigor de los puños de Moshé, porque entonces todavía era Moshé, o Moisés. Quiso la casualidad que uno de sus salvadores fuera preparador en un gimnasio de boxeo cercano quien, vivamente impresionado por cómo se defendió el entrerriano, lo invitó a que se pasara a dar una vuelta por el local. El pibe fue y le gustó. Así que olvidáte de todas esas pavadas de que una mujer le hirió y se sacó la furia a puñetazos o que venía de un ambiente marginal marcado por la pobreza y los malos tratos.
- Sin embargo, él mismo proclamaba esas cosas…- se quejó el periodista
- El Guille decía lo que se le cantaba de las bolas. Y lo hacía porque podía hacerlo…porque para eso fue campeón mundial de los medios – explicó el viejo con un dedo índice en alto
- ¿Y sobre su muerte? ¿qué me cuenta de su muerte? Parece fuera de toda duda que le mataron porque andaba encamado con la jermu del mafioso para quien laburaba de guardaespaldas, aunque nunca se pudo demostrar nada
- Sí, eso cuentan pero, como ya te dije, olvidáte de todo lo que sabés sobre él y hacéme caso. El Guille no andaba con ninguna mina. ¡Con ninguna!… Lo liquidaron, por detrás, claro, pero por otro motivo…
- ¿Qué otro motivo? – inquirió el joven
- Por celos, pero no como vos pensás…- contestó enigmático
- ¿Por celos pero no se encamaba con la mina? No entiendo nada
- No podés entenderlo, así que dejálo estar, pibe, – sentenció el viejo, levantándose de su silla y antes de añadir un apresurado “tengo que irme”
- ¿No se toma otra grappa?
- Te lo agradezco, pero ando apurado
- Una última cosa, don, y me va a perdonar porque yo no soy Einstein ¿vio? pero ¿Está dándome a entender que usted y el Guille…y que el mafioso…y que por eso lo mandó matar?

El viejo no respondió; se encogió de hombros, se dio la vuelta y, sin más, salió por la puerta.

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