Una luna deslucida, que colgaba sin gracia del cielo prematuramente oscurecido, y una densa atmósfera de vapores de asfalto y humo de tubos de escape, era lo que menos precisaba para atenuar mi desasosiego. Acababa de huir del ambiente opresivo de mi departamento y me topaba con una estampa urbana que, lejos de levantarme el ánimo, me hundía en una anodina melancolía. La gente que me cruzaba me parecía fea, con rasgos anodinos y mal terminados, cacareando boludeces, y moviéndose como robots mal engrasados. Los edificios, otrora tan admirados, se mostraban ahora decadentes y vetustos, evidenciando fachadas de pintura cascareada y estúpidos grafitis obra de algún mogólico con problemas de autoestima. Por suerte, y a modo de compensación, en medio de aquella creciente dislexia estética, divisé a mi amigo Jaime Waxman sentado a una mesa del Ombú. No me había visto, entretenido en sus cosas, y lo observé unos instantes a través del ventanal. Su elegancia natural destacaba en el paisaje humano del entorno, y una aureola luminosa, como de electricidad, parecía bordearlo mientras garabateaba palabras en una servilleta. Jaime no sólo era uno de los tipos más inteligentes que conocía sino, además, una buena persona, por lo que no dudé un momento en entrar a saludarlo. Su conversación siempre reconfortaba y mi estado de ánimo andaba por el piso.
- ¿Qué hacés por acá? – me preguntó, sin levantar la vista de lo que escribía, en cuanto llegué a su mesa
- Salí a dar una vuelta
- ¿Todo bien? – inquirió escrutando mi rostro
- Sí, bien
- ¿Bien? Probá mejor a contarme la verdad. ¿Qué te pasó con Vilma?
- ¿De dónde sacás eso?
- Mirá, tenés esa cara porque no dormiste y si no dormiste es porque no dejaste de escribir y si no dejaste de escribir, es porque tenés problemas con ella. Ahora, andá y decíme que me equivoco
- Tenés razón. Lo dejamos….no sé qué nos pasa….es como si la duda se instalara sobre todas nuestras cosas….no sé si me quiere como yo quiero que me quiera y no sé si yo puedo quererla de ese mismo modo que exijo
- ¿Sabés cómo se llama eso?. Inmadurez. Ustedes son un par de pelotudos que están sufriendo una regresión. De un momento a otro hasta les va a salir acné…¡¡dejénse de joder, carajo ¡¡ . En esto del amor, hay que mojarse…como las gallinas…
- ¿las gallinas?
- Sí, las gallinas…..que aprendieron a nadar para cogerse a los patos – bromeó, antes de ponerse serio y añadir:
Mirá, Guido, cuando yo tenía algo menos de 30, tuve una novia que quise mucho y a la que aún recuerdo cuando me asaltan la nostalgia y la culpa. Una morocha lindísima, con un cuerpo de escándalo, mucha clase y que, por si fuera poco, le encantaba a toda mi familia. Pues bien, un buen día, la dejé. Por nada en particular, simplemente la planté y listo. Ella no me preguntó la causa ni nada, sólo me dijo algo que fue el mejor consejo que me dieron nunca en mi vida y que, desde entonces, intento cumplir siempre: “Jaime, bancate el amor”. Y ahora, yo te lo traspaso a vos. Únicamente tenés que cambiar mi nombre por el tuyo, y ya está.
- Tenés razón
- Siempre la tengo y, ahora, pedí algo de tomar
- ¿Dos Fernets?
- Dale nomás.
* Bancarse= aguantarse